lunes, 21 de marzo de 2011

LA SALUD MENTAL Y SU INCIDENCIA EN EL ECUADOR

UNA PERSPECTIVA HUMANISTA

El humanismo en la actualidad incluye los aspectos bio sico sociales, culturales y espirituales de la persona, desde esta perspectiva analizaremos la salud mental en el Ecuador.

En nuestro país y el mundo entero,  las diversas clases sociales, sexo, raza y edad se sienten afectadas por la carencia de la salud mental, entendiendo a la misma como el estado mental que permite gozar a una persona de su entorno; desarrollando este concepto podemos observar que todas las áreas de la vida del ser humano se encuentran afectadas en diversos grados y maneras, que aparentemente no son visibles, pues la salud mental se la mide cosificando a la familia, a la pareja y a las personas, es decir otorgándoles un valor material más que espiritual y moral, lo que lleva a pretender que “todo está bien” mientras se tenga un respaldo económico.

En el aspecto biológico podemos mencionar que desde el año de 1982 los indicadores  de la salud mental en el Ecuador se han ido deteriorando, y enfermedades como el cáncer, la gastritis, el síndrome de colon irritable entre otros, se han incrementado en nuestra población, para la explicación de las mismas se utilizan diversas etiologías, pero en la mayoría de ocasiones se dejar de lado el componente psicológico de las enfermedades, ya que no podemos olvidar que al no expresar nuestros sentimientos el cuerpo se encargara de buscar la manera de hacerlo, en este caso, lo hará mediante síntomas.

El incremento en los estándares de las enfermedades mentales como la depresión, la ansiedad y stress acompañadas de  afecciones de tipo cognitivo, volitivo o incluso somático, además de la pérdida de interés e incapacidad para disfrutar las actividades habituales son síntomas que se reflejan a diario en nuestra sociedad, puesto que no existe en nuestra población la predisposición de expresar sus sentimientos con el fin de encontrarse a sí mismos, autocomprenderse y  reconstruir su mundo interior para buscar su autorrealización, su autonomía, y así llegar al mantenimiento del orden interno. 

La  violencia intrafamiliar, el abuso sexual y la negligencia se convierten en las tipologías  de maltrato más comunes en el Ecuador, afectando así el aspecto social de nuestro país, lo cual que evidencia el grado de disfuncionalidad en nuestras familias, en las cuales priman características como la mala comunicación, la ausencia de roles y funciones por parte de los miembros de la misma, lo que desencadenara en consecuencias como baja autoestima, desconfianza, sentimientos de tristeza, desmotivación, inferioridad, además de afectar el rendimiento escolar mediante episodios de agresividad, déficit de atención entre otros.

Estos tipos de maltratos desarrollan en los niños mecanismos de protección como el aislamiento, o el congelamiento de sus emociones para evitar ser  nuevamente victimas del  sufrimiento, situaciones que en la vida adulta les negaran la posibilidad de mantener relaciones sociales adecuadas en el transcurso de su vida.

El uso de drogas sociales e ilegales, han empezado a reclutar adeptos a una edad más temprana en los adolescentes de nuestro país, es así que la edad promedio según las investigaciones del presente año del observatorio de drogas del Ecuador  determinan que la edad promedio para utilizar alguna droga oscila entre los 12 a 14 años de edad, y las cifras del uso de los estupefacientes como  el alcohol y el cigarrillo prevalecen con el 20,6%; la marihuana, 18,7%;  la cocaína, con el 6,4%; y el éxtasis, con el 2,6%.
No podemos pasar por alto en nuestro país  el inicio a temprana edad en la sexualidad de los adolescentes, hecho que en la mayoría de los casos ocurre sin una correcta información, dando como resultado los embarazos en jóvenes parejas de 13 a 16 años de edad, no con esto quiero promover o detener la actividad sexual del ser humano, pero si incitar a la reflexión de la responsabilidad y las consecuencias que conllevan el hecho de mantener una unión sexual.

La idea impuesta por la sociedad de una “felicidad material”, no causa más que frustración y stress en los trabajadores de nuestro país, así como la desmotivación laboral, puesto que el empleo que la gente busca se basa en el aspecto económico (mientras más dinero gane, mas aceptación tendré) y no en función de  las metas personales y profesionales, es por esta razón que los problemas de sueño, y rendimiento laboral llegan acompañados a la consulta sicológica de deterioro en las relaciones interpersonales, desgaste o pérdida de la empatía,  síntomas emocionales como depresión, culpa y físicos, insomnio crónico, malos hábitos alimenticios y pensamientos negativos, síntomas que en su conjunto se conocen mejor como el síndrome de burnout (cansancio laboral). 

La carencia de una cultura de salud mental afecta a la población estudiantil, desde los niveles de primaria con el conocido bulliyn, hasta los cursos superiores con las deserciones estudiantiles, debido a que en su mayoría estas se deben a problematicas como la ansiedad, depresión, ya que el ajuste al proceso de la universidad en sus primeros años y las actividades que estas conllevan en la mayoría de los casos, producen sentimientos de aislamiento, frustración, soledad por estar lejos de casa, situaciones que obligan a los adolescentes a  tomar decisiones por sí mismos en la mayoría de los casos por primera vez, lo que lleva  a los estudiantes a sentirse abrumados, y reflejen esta sintomatología en su rendimiento académico y será la causante para que los educandos no puedan responder con asertividad ante las presiones académicas, y deserten. 

La cultura de nuestro país, se ve afectada por un sinnúmero de acontecimientos, ya que las características de la sociedades a nivel mundial se ven regidas por factores como clima, raza, naturaleza del suelo, y su producción, acompañadas de factores secundarios como el medio ambiente y la educación, los cuales determinaran la forma de ser de nosotros los ecuatorianos.

El factor más vulnerable para nuestra cultura es la falta de aceptación de la misma, una cultura en su mayoría indígena-mestiza, la cual no es reflejada si tomamos en cuenta el proceder de nuestros adolescentes y peor aun de los señores de las grandes ciudades, puesto que su comportamiento es semejante o mejor a un blanco caucásico, pues se autodefinen como tal, mientras que ante la sociedad en la elaboración de discursos para ganar la aceptación de la gente me muestran como mestizos orgullosos de la sangre indígena que supuestamente corre por sus venas, sangre que al poco tiempo de ser utilizada y ultrajada por fines políticos o económicos es drenada para ser llenada con la sangre “azul” a tal punto de cambiarse el nombre, el apellido, su apariencia, e incluso su historia y antecedentes familiares.

La idea no radica en negar nuestra raza mestiza-indígena, tampoco transformarla mediante una transculturación, pero si trabajarla, racionalizarla para el cambio de ámbitos de vida, para civilizarnos, en todo el sentido de la palabra. Es más que un hecho que el ser humano necesita propender a la trascendencia, es decir todos debemos vincularnos con algo que nos preceda y anteceda, aspecto que puede ser cristalizado con un despertar espiritual pero es necesario aclarar que esta necesidad va mucho más allá de las religiones y el fanatismo religioso, el cual solo busca el lucro económico mediante las falsas doctrinas y la flagelación no solamente del cuerpo de sus creyentes, sino de la confusión de sus almas, las cuales en la mayoría de sectas religiosas no tienen que esperar que culminen sus vida para perecer en el seol o en lago de fuego (denominaciones dadas al infierno según cada religión), ya que estas iglesias  se encargan de que sus adeptos paguen sus culpas en esta misma tierra.

El objetivo de la salud Mental tiene que orientarse en la búsqueda de la autonomía, la independencia y el sentido para lograr despertar la tendencia innata del ser humano hacia los niveles superiores de su salud y realización personal, con el fin de que la humanidad sienta gusto por la vida y así lograr la autorrealización individual y social.

Ps. C. Javier López Castro.
PSICOLOGO CLINICO

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